Un escenario lleno de silencios, unos instrumentos deseosos de ser tocados,
un público impacientado, una sala que sabe lo que se le avecina.
Vikxie, terminando de dar esos retoques a los pedales de su guitarra, perfeccionando la tecnología para que los sonidos sean tan espeluznantes, directos, estrambóticos y perfectos como siempre.
Haber vivido una y otra vez la misma sensación pero que siempre es diferente, como una rutina caprichosa.
El escenario está perfecto, todos preparándose para levantar el telón, esos nervios de los que entrevista tras entrevista Vikxie nos dice que vive. Llega la hora, llega el momento, llega el disfrutar de la música porque el mañana no existe, llega esa cerveza fría en los momentos calurosos y sedientos.
Se abre el telón, el público grita, anima a la gente y empieza a tocar Rosas y Champagne, se desgarran los sonidos el Rock es tan enérgico que el roll desaparece.
Se escapan las notas para caminar perdidas por la sala pero las personas de abajo las agarran y gritan como si de ellos dependieran que el concierto siga adelante.
Durante el concierto se creció, cada segundo era más potente, cada canción más enigmática, cada segundo más emblemático, una máquina de hacer recuerdos que congelan el tiempo.
Sobran las palabras, las imágenes solo ilustran algo que fue gigante, y por lo que me quito el sombrero y caigo rendida ante ese talento.
Un desgarrador grito melodioso que abraza las emociones que despiertan
el apetito para comerte el mundo.
1 Response to Vikxie, vagabundo sin cama donde amar pero con millones de salas donde tocar
Muy original entre tantas fotos el texto
Publicar un comentario